Jueves 26 de Junio 2025 11:33:13 PM

Toma de conciencia: los jóvenes se mueren

PARACAÍDAS

Rogelio Guedea

La muerte de varios jóvenes universitarios en un accidente automovilístico ocurrido el domingo pasado causó conmoción local e incluso nacional, tal como así lo consignaron medios como TV Azteca.

Los jóvenes venían de una graduación, ya al amanecer, y tal parece que la causa del accidente fue una combinación de exceso de velocidad, agotamiento, alcohol y no óptimas condiciones del camino.

Por lo que haya sido, sabemos que en el fondo fue una extrema trivialización de la vida (la propia, la ajena) que uno percibe en grandes sectores de la población (no sólo en los jóvenes) y una falta de conciencia ante la tragedia y la muerte, que para muchos jóvenes prácticamente es inexistente.

La normalización de la muerte que nos asola todos los días (a través de crímenes de alto impacto, accidentes automovilísticos consuetudinarios dentro y fuera de la ciudad, etcétera) está creando también la idea de que podemos ser impermeables al dolor y a la pérdida, pero no es así.

El dolor que produce la muerte de cualquier ser querido es inédita e irremplazable, con lo cual ver muchas muertes en el televisor no nos vacuna contra el sufrimiento de la fatalidad de nuestros cercanos, de manera que todos somos responsables (jóvenes mismos, padres de esos jóvenes, autoridades en su función preventiva, etcétera) de que estas tragedias se eviten, para que nadie después tenga que lamentarlo.

Mi propia hija, esa misma noche en que sucedía esa graduación, estuvo en una graduación paralela. Uno de sus compañeros, cuando la dejé ahí, me dijo que él podía traerla de regreso.

Le agradecí sus atenciones, pero yo puse mi despertador y me levanté entrando la madrugada para ir por ella. Mi hija, por su parte, estuvo de acuerdo en que así hiciéramos la operación.

En el camino de venida vi muchos coches en exceso de velocidad, que me hicieron incluso buscar una ruta alterna, para evitar precisamente un accidente.

Valoro mucho la vida, respeto mucho la muerte, que existe y acecha todos los días. Incluso puedo decir que se vive para sortear la muerte. Sin moralinas, es un llamado (un grito desgarrador) para jóvenes, para padres o mentores, para las mismas autoridades, ante un hecho que veo que está creciendo y que no parece que nadie haga nada para detenerlo.

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